Un paisaje anónimo, familiar y desconocido al mismo tiempo, sin presencia humana, atemporal. Generosamente se ofrece como una página a medio escribir.
No tardo mucho en hacerlo mío, deposito en él mis recuerdos, mis sueños, mis deseos.
Horizontes ambiguos, atmósferas líricas que me invitan a la nostalgia, a imaginar e imaginarme. El tiempo no existe, sólo el silencio, la quietud va avanzando y se instala en mí la sensación de contemplar un mundo imposible, o quizás, ya perdido.
Blanca M. de Rozas